Salón del taller de Butoh. Denise Fujiwara está al fondo, detrás del piano. (octubre, 2010) |
3er día. 14 de octubre de 2010.
Un erorme moretón en mi rodilla izquierda, una raspadura en el mismo lugar y dolor en la espalda baja son los recuerdos físicos de las dos sesiones anteriores; yo esperaba ampollas en los pies pero no recordaba que son comúnes los dolores por pequeños golpes y como consecuencia del continuo contacto con el suelo. Todo tiene su precio.
Taijiqigong, desplazamientos, énfasis en la interacción con el compañero (¡eso refrescó el entrenamiento!) y desequilibrios, uso y aprovechamiento del desbalance y fluidez en el desplazamiento, y nuevamente el centro en la cadera y los hilos que la tensan y la dirigen... Recuérdenmelo, ¿estaba yo en un curso con el Odin Teatret?
Parte del entrenamiento básico es caminar entrando en contacto con el suelo, con suavidad y en una gran lentitud; es un ejercicio que Denise nos dice lo toma del entrenamiento del teatro No japonés, donde la caminata es invisible. Este tipo de caminata no me ha sido extraña en absoluto, la aprendí durante el tiempo que viví en China, primero en el Taijiquan, que tiene un ejercicio similar base, y después en la meditación Chang (el zen de China), que la usa para mantener la meditación por el contacto con el cuerpo en movimiento. He experimentado el teatro No como espectador y esa caminata de verdad no se percibe desde el público, es el desplazamiento del actor el que se percibe; los pies son invisibles hasta que el actor mismo los utiliza como foco de alguna acción. Un trabajo árduo para hacerlo tangible, aún habiéndolo aprendido en otras técnicas.
Aquí un recuerdo de desplazamientos de un escena de Teatro Noh que grabé en Kioto en 2006:
Vinieron entonces los nuevos ejercicios con un objetivo muy claro, entrar en contacto con suelo. Primero el contacto debía de darse con la piel y después con los músculos y finalmente con los huesos (¿debo recordar que tenía dolores casi todo el tiempo?). Aún cuando era posible la interacción con los otros, las primeras fases del ejercicio fueron muy personales, pero a partir de que entramos a los huesos, la idea era seguirse desplazando y sumarse al posible contacto con el otro. Mi cadera se reencontraba con todos, había atracción y rechazo, mi cuerpo giraba y en momento se golpeaba, se rozaba con el cuerpo del otro; una vez, sólo una, entre en un hermoso juego con una compañera en donde nuestras miradas no se separaron por unos dos o tres minutos, pero nuestros cuerpos se desplazaban, caían, giraban.
Denise interrumpió por segundos para pedir que usáramos más el suelo y que cayéramos y nos levantáramos buscando la fluidez y la suavidad en la caída aún cuando hubiera alta velocidad. Sufriendo físicamente (de verdad, era doloroso) entré al juego con esa circulación que me hacía caer y levantarme, girar por el suelo y saltar, un juego que hace años me hizo vibrar creativamente con el training grotowskiano.
Vino la pausa teórica y eso nos dió un respiro; muchos comentarios salieron a flote, sobre la interacción, sobre el no coreografiar o el no personificar, sobre cómo ser un elemento y no dejarse ir por la repetición misma de nuestros movimientos. Denise habla de la inexistente repetición, de una siempre novedad aún en la forma misma: el Butoh tiene una forma, una forma que viste el espectáculo, una forma que le da forma, pero esa forma es un proceso, nunca es una premisa de trabajo. Nosotros estábamos aprendiendo esa forma con el proceso del taller, con el "embodiment" de los elementos.
Casi sin mayor préambulo vino un ejercicio (que me pareció mucho más largo que los anteriores), sobre los estados del elemento Agua. Y como ayer hablé de Kazuo Ohno como agua de estanque, su imagen estaba conmigo; sabía que era un tanto peligroso (por aquello de la imitación), y me dediqué a sentirme inspirado por esa imagen y soltarla, dejarla ir y dedicarme a ser el estanque.
Los estados del agua se sucedían uno a otro con rapidez, y las imágenes volaban en mi cabeza. El ruido de los otros trabajando era mucho mayor que las otras dos ocasiones; ruidos de pasos, de azotones, de manazos, de sonidos guturales, pero no había desconcentración. Estos ejercicios de corporeizar un estado de algún elemento nos permiten una total concentración, entre otras cosas porque son muy disfrutables, es agradable realizarlos. No hay mayor compromiso que dejarse ir por el estado del elemento, no movimiento específico, no estructura definida, sólo exploración, juego, observación del dejarlo correr, ¿por qué alguien habría de desconcentrarse?
Mis dos preferidos estados del agua fueron el agua de un jarrón al que le meten flores y la llegada de un agua de tubería a un estanque.
Esta vez Denise nos pidió repetirlos tres veces. El mayor peligro radicaba en comenzar a establecer una coreografía de movimientos y reconocer trucos o clicks para lograr el estado que requeríamos repetir, pues en realidad no estábamos repitiendo el estado si no ilustrándolo. ¿Cuál es la solución? Según Denise, sólo la práctica, y yo ahora también lo creo. Una imposición clara de lo que no queremos que sea o se haga, y una liberación para que el "ser" sea y se dé, así sin más.
Por primera vez haríamos uso de la música con la conciencia del ejercicio de la sesión pasada: usarla y dejarnos ir con ella o rechazarla y crear nuestro propio ritmo y melodía a partir de lo que hace el elemento.
Sí, hay una contradicción entre ser el elemento y el dejar serlo en la escena, pero también saber usar la música o rechazarla, y aún más, durante la presentación de los estados, entrar a escena y hacer diferencia entre cada uno de los dos estados, y hoy añadir la interacción. Ante las preguntas y la confusión, Denise trató de explicar lo que quería para la presentación final de la sesión, explicaba la pequeña estructura: -"uno entra al centro, mira a público y comienza..."-, y en algún momento calla y dice, y bueno, hagan eso y vean cómo le hacen, descúbranlo.
Esto es un juego de contradicciones donde la razón pierde, como aquellas sesiones donde Kazuo Ohno hablaba a su grupo sobre danzar con sus antepasados, sí, estaban todos en él, pero él sabía con cuál quería bailar y con cuál no. Será por eso que el Butoh es un arte, y no un camino místico o una religión.
La presentación fue formidable, la música que escogió Denise era verdaderamente poderosa y por primera vez descubrimos la interacción de nuestros estados. Hubo una especie de ensayo (nosotros no lo sabíamos como tal) y después comentarios pidiéndonos Denise consejos para hacer más poderoso el trabajo, ideas para fortalecer el espectáculo que se estaba dando: se habló entonces de interrelación, de transiciones claras para lograr los estados y de descubrir momentos para saber cuándo entrar a la escena.
De casualidad una compañera entró tan tarde a escena que cuando comenzó estaba sola, pero la carga de todos los trabajos anteriores le dieron un marco ideal, sus movimientos adquirieron una dimensión mayor a la cotidiana (¡claro!), y al final nos dimos todos un aplauso, pero ella se mereció un abrazo de Denise porque de alguna manera supo "cargar" con todo aquello que habíamos dejado los demás.
Sí, no hay mucho espacio para los razonamientos en los procesos del Butoh, de verdad, no lo hay. Pero también debo decirlo, no creo que hagan ninguna falta.